viernes, 25 de octubre de 2013

Muerte...

"Quisiera poder escribirte un poema sin letras
que tenga en el las palabras más perfectas,
susurrartelo a el oido mientras te despiertas
y me digas 'te amo' mientras me besas."

Esas fueron las últimas palabras que recité antes de que mi cuerpo dejara de vivir...

Aquella tarde de primavera no esperaba ver una sirena en aquel vasto oceano. Fue aquel cabello de color cereza lo que llamo mi atención hacia ese inhóspito lugar. Quedé prisionero de aquella mirada, sin poder reaccionar.
Sentía como si mi cuerpo estuviera paralizado y el tiempo se hubiera detenido al ver la belleza de aquella sirena. Me las arregle para salir de aquel paralizante hechizo proveniente de su mirar para acercarme a ella, nadando entre aquellas olas que me envolvian.

Al acercarme, quedé cautivado por su belleza sin igual, no podía creer que fuera real; sin embargo, era real y las palabras me abandonaron apenas abrí la boca para hablarle.
Estaba decidido a hablarle, a conocerla. Tomé fuerzas y le hablé. No quería asustarla y sólo le pedí que me permitiera retratarla. Para mi suerte y sorpresa, con una sonrisa ella aceptó y posó para mí mientras sostenía un tenedor plateado entre sus manos.
Me armé de valor y elogíe su belleza esperando que no huyera. Una ligera risa suya rompío la tensión. Aún estaba impedido para pensar correctamente por el hechizo de su mirada, mientras su sonrisa me dejaba sin aliento. Traté de continuar una conversación pero ella debía irse, a lo que me ofrecí acompañarla mientras intentaba que no saliera alguna tonteria de mi lengua.

No sabía que hacer, jamás en mi vida había estado tan nervioso.
Llegamos a su destino y me enseño brevemente el lugar mientras la platica se volvía cada vez más distante. Me alejé un momento para no incomodarla. Mientras me alejaba, pensaba en lo tonto que me había sentido al acercarme de esa manera y la poca inteligencia que mostraron mis palabras. Recordaba como la había saludado y me había presentado ante ella; no estaba en mi mejor estado al presentarme ante ella y me llené de vergüenza.

Volví a verla una vez más, sin embargo, ella estaba ocupada y nuestra platica duró poco. No quería irme pero debía hacerlo.
Quería saber si podría volver a verla y esperé a que la marea bajara para volver, con la esperanza de encontrarla. Dios fue grande y me permitió la dicha de volverla a ver; sin embargo, había cambiado y ya no tenía aleta, sino un par de piernas cubiertas por un vestido de flores rojas.

Me acerqué a hablarle, emocionado por poder volverla a ver más que por su radical y comoda transformación. Le regalé un chocolate del Rey Carlos V, pues su sabor era delicioso y esperaba que a ella también le gustara. Ya oscurecía y debía regresar a mi morada.
Tras un momento le pregunté como podría encontrarla, y después de unos instantes me dió respuesta. Era tal mi alegría que no podía contenerme, sin embargo, debía guardar compostura ante aquella hermosa dama.

A pesar de no querer, debí retirarme, sin saber que perdería la vida esa noche.
Esperanzado de volver a verla, regresé a mi humilde morada.

Durante el camino, escuchaba que alguien me seguía, más no había nadie cuando volteaba a mis espaldas. Tras cruzar el rio, un joven caballero salió de entre los árboles y se acercó pidiendo que recitara algún poema.

-"¿Quién es usted y por qué debería recitar un poema?" - pregunté.

-"Porque la muerte es más hermosa si la acompaña la poesía." - respondió - "Y esta es una hermosa noche para beber sangre."

Cuando me dí cuenta, aquel hombre de elegante vestimenta estaba sujetandome con fuerza, mientras mordía mi cuello. Era un dolor intenso y sólo pude recordar la petición que me hizo ese hombre. Pensaba en aquella hermosa sirena mientras recitaba un poema:

"Quisiera escribirte un poema sin letras
que tenga en el las palabras más perfectas,
susurrartelo al oido mientras te despiertas
y me digas 'te amo' mientras me besas"

Fueron aquellas las últimas palabras que recité antes de que mi cuerpo dejara de vivir...